Relato corto (por Pili Martínez Valero)

Pili es una querida amiga nuestra. Muchos conocemos su faceta de artista pero siempre enfocada a la fotografía, sobre todo en  plasmar nuestras tradiciones.

Lo que mucha gente no sabe es que también le gusta escribir. Y así nos lo hizo saber este año, cuando presentó un relato al concurso que convocó el pasado mes de diciembre la Comarca del Bajo Aragón.
A nuestro pesar, no ganó, pero eso nos da la posibilidad de compartir con vosotros su relato.

Personalmente me une una relación laboral y personal con Pili y sabe lo mucho que la admiro como compañera, pero sobre todo, como persona.

Aquí os dejamos el enlace para que lo podáis leer y espero que os guste tanto como les gusto a mis compañeros de la junta como a mí misma y sintáis por lo menos parte de la emoción que yo sentí

Pili, muchas gracias

Ana Belén Andreu Martínez





YA ES DE NOCHE


Ya es de noche. Lo sabía. Tenía que haber adelantado la salida. ¿Cómo se me ocurrió salir tan tarde? Me lo advirtieron los demás, incluso me lo dije a mí mismo. Pero aun así salí tarde. Viajar de Toledo a Teruel no es un paseo que digamos y si encima me tengo que desplazar hasta Alcañiz, aún me quedan 150 km. más.
Acepté visitar a mi amigo Iván después de que tanto me insistiera en que conociera su ciudad. No me motiva excesivamente la idea de viajar, pero me parece una buena excusa para vernos después de 5 años sin haber coincidido porque, aunque no hemos perdido el contacto, ha sido imposible encontrarnos de nuevo.
Nos conocimos en la Universidad. Madrid estaba a un paso para mí y a Iván la habían concedido una beca que aprovechó para estudiar en su ciudad fetiche como le gusta llamarla. Ingeniería Industrial los dos. Yo en tercero, el en primero. Una coincidencia en un pasillo, unos apuntes que alguien le dijo que yo tenía y que me pidió con insistencia, un café para conocernos y nos hicimos inseparables. Al menos mientras yo estuve en la Universidad.
Cuando me gradué, la vida nos llevó por diferentes caminos. Yo volví a Toledo, conseguí un trabajo y me quedé por allí. Iván terminó sus estudios y aunque tardó en volver a su tierra, porque probó fortuna en varias empresas en Madrid, al final consiguió empleo cerca de su casa y allí continúa.
Recordando tiempos mejores, he conseguido llegar a divisar el cartel de la ciudad.  A simple vista y con las luces encendidas en la oscuridad de la noche, observo que parece grande, más de lo que me imaginaba. Por la mañana me fijaré mejor. El navegador me indica las diferentes rotondas y calles hasta llegar a la dirección de mi amigo.
- Ha llegado a su destino, me indica la caja mágica y, efectivamente, en la puerta de una casa de dos plantas, veo a mi colega esperándome.
-Juan, que alegría me da verte- Iván me recibe con los brazos abiertos, dándome un abrazo sincero al que correspondo con una gran sonrisa.
- ¡Cuánto tiempo! Estás igual que siempre-, me dice mientras me mira varias veces, de arriba abajo.
-Mentiroso, le respondo, y los dos acabamos riéndonos a carcajadas.
-Vamos dentro, me dice mientras pone su mano en mi hombro, hay una chica preciosa que se muere por verte.
Entramos en la casa. Es acogedora. En la calle hace frío debido a las bajas temperaturas de las noches primaverales turolenses, pero en la vivienda se respira calor y confort. Belén, la pareja de Iván, me espera en el comedor.
-Por fin nos conocemos en persona.
-Si lo sé. Soy un desastre. Belén me regala el segundo abrazo cariñoso de la noche. Son abrazos que me demuestran que me aprecian de verdad.
- ¿Qué tal el viaje?
-Bien, bueno...largo y cansado. Esbozo media sonrisa, no quiero que parezca una crítica. –Tenía que haber salido más pronto. Se me ha echado la noche encima.
-Mira que te lo dije- me sermonea Iván.
Tú, mi familia, mis compañeros del curro…. Pero bueno, ya estoy aquí. ¿Qué planes tenéis para mí?
- ¿Planes? ¿No sabes qué día es hoy?
-Si…miércoles. -No entiendo a dónde quiere ir a parar.
- ¡Miércoles! ¡Solo miércoles! Estamos en Semana Santa y hoy aquí se sale a ver la procesión. Exclama Iván con algo que parece indignación.
- ¿Procesión? ¿Qué procesión?- Yo alucino por momentos.
-La del Nazareno. –Con un suspiro deja caer sus manos a los lados. -Venga… Me has oído un millón de veces contarte todo lo que pasa aquí en Semana Santa.
Claro que lo he oído y por supuesto que lo recuerdo. Pero sigo sin creerme que piensen que he venido aquí a…eso.
-Esperad un momento. Vengo por cuatro días para veros. He conducido durante seis horas por una carretera odiosa, sobre todo al final, ¿para ver una procesión? Es increíble.
Belén me mira con cara de circunstancias. –Es lo que hay. Si vienes a Alcañiz en Semana Santa y no ves las procesiones, es como si fueras a Zaragoza y no vieras el Pilar.
Perplejo por todo lo que está pasando, no puedo hacer nada más que mover la cabeza hacia los lados y contestarle.
-Un bicho raro, ¿no?
-En toda regla. Quién sabe, a lo mejor te gusta.
-Sí, probablemente.- Me río por dentro. ¿Procesión? ¿Yo?
-Venga, vamos a cenar. Iván se levanta del sofá en el que estaba acomodado junto a mí y me pide que haga lo mismo.
La mesa está preparada cuando nos sentamos y la cena transcurre entre risas, anécdotas y batallas que recordamos de nuestros tiempos de universidad. Un rico aroma a café recién hecho sale de la cocina en el mismo instante que suena el timbre.
Iván se levanta a descubrir quién llega y cuando abre la puerta, una voz que, por supuesto, no conozco, llega a mis oídos. Una mujer.
Yo me encuentro de espaldas a la puerta y cuando los pasos de Iván y de la recién llegada, están a la altura del comedor, me giro para saludar. Ante mis ojos aparece una mujer sonriente y de una belleza impresionante. Pero no es su atractivo rostro lo que me llama la atención, que también…, sino el extraño atuendo que lleva por vestuario. Una túnica azul, una capa roja y en las manos, una caperuza de color blanco y unos guantes del mismo color.
-Juan, -me llama Iván, -te presento a Lucía, mi hermana.
Me levanto de la silla y me acerco a ella, saludándola con dos besos en sus mejillas.
-¿Cómo estás? Iván ha contado tantas cosas de ti, que creo que ya te conozco.-me dice Lucía, sin dejar en ningún momento de sonreír.
- No le creas todo lo que te cuente. En el fondo soy peor aún.- Fulmino con la mira a Iván. A saber lo que le habrá dicho de mí.
-Seguramente.-Afirma Lucía. Todos reímos por el sarcasmo.
- ¿Dónde vas vestida así? Lucía me mira como si fuera un fantasma y, sin saber muy bien cómo explicarlo, se mira de arriba abajo y me suelta:
-¿De qué planeta vienes? ¿No sabes lo que es un cofrade?
-¡Lucía! –Iván recrimina a su hermana su respuesta.- Juan no conoce nuestras tradiciones y creo que las procesiones las ha pasado un poco por alto incluso en Toledo. Pero hoy eso va a cambiar. Vamos a llevarlo a que vea la de hoy y se va a llevar la sorpresa de su vida.
Yo lo miro con cara de circunstancias. Eso no va a pasar. Pero bueno, ya que estoy aquí, veremos la dichosa procesión.
Intento ser cortés con Lucía que no ha dejado de observarme en ningún momento-Así que tu sales en… ¿Cómo habéis dicho que se llama lo de esta noche?- pregunto mirando a Belén.
-Nazareno, me contesta intentando disimular una sonrisa.
-Eso. Nazareno. ¿Todos vais vestidos así?
Lucía no sabe si se lo pregunto en serio o si solo me estoy burlando de ella, pero aun así, me contesta:
- Casi todos. Algunos van de morado. Pero ya lo verás luego.
Nos sentamos de nuevo a la mesa. Lucía se sienta a mi lado y su hermano le pone una taza. Tomamos rápido el café porque Iván parece impaciente.
-Deberíamos ponernos en marcha o no llegaremos a verla salir,-propone Iván levantándose de su silla.
-Yo me adelanto que tengo que entrar en la Iglesia para localizar a mis amigas-dice Lucía incorporándose también. –Luego nos vemos.
-Sí. Coge la vela, que te la has dejado a la entrada,-le señala Iván.
-Será lo mejor, casi se me olvida, sino no me dejarán salir.
Mientras recogemos la mesa, Iván y Belén intentar ponerme al día sobre las últimas novedades que hay en sus vidas. Belén como profesora de guardería, se le ve encantada e Iván en su faceta de ingeniero ya consagrado, no podría estar mejor. No le importa madrugar y eso que lo hace a menudo ya que, para llegar a su trabajo necesita desplazarse 30 km.  Pero para él es lo de menos. La recompensa es poder estar con su chica todas las tardes, ya que Belén, también trabaja por las mañanas.
-Esta noche lo pasaremos bien- corrobora Iván. Estamos de vacaciones. Vamos a disfrutarlo.
-Venga, vámonos de una vez,-le digo,-o nos perderemos la diversión.
Nos ponemos los abrigos y vamos andando por unas calles bastantes estrechas, y con falta de iluminación, a mi parecer. Me explican que esta parte es el casco antiguo de la ciudad. Enseguida llegamos a una plaza que me sorprende por su amplitud. Esta, al contrario de las calles que hemos recorrido, está llena de luz y la vista se me pierde en unos arcos que quedan justo a mi mano izquierda. A mi espalda y formando una” L” con los arcos, hay una fachada preciosa que parece muy antigua. Enfrente de nosotros, una Iglesia impresionante destaca en todo el entorno.
-Esto es la Plaza de España. Los arcos que has visto primero forman parte de  La Lonja, la fachada y el edificio que hay aquí detrás es el Ayuntamiento y esa iglesia tan bonita es la Ex – Colegiata Santa María La Mayor,-me explica Iván con orgullo, que inevitablemente le sale desde dentro.
-Es precioso. Es un conjunto que merece la pena ver.-le digo. Verdaderamente estoy alucinado. Toledo es rico en lugares emblemáticos que destacan por su riqueza ancestral, pero tal vez, al verlo tan a menudo, no me impresiona como lo ha hecho esta Plaza.
Hay una gran cantidad de gente concentrada en el lugar. Muchos, muchísimos más bien, visten como Lucía. Los demás, como nosotros, hablan en grupos con las manos metidas en los bolsillos de los abrigos, porque la noche no está precisamente para tomar un helado en una terraza.
Son las 10.30 de la noche. El tumulto ya es generalizado. La gente va ocupando  lugares estratégicos y comprendo que lo que sea que vaya a pasar, está a punto de iniciarse.
Iván, que sabe bien cómo funciona todo esto, ha cogido sitio en primera fila para nosotros tres.
Tambores. Sonidos de tambores retumban en la Plaza. Los golpes armónicos se escuchan o parecen venir desde dentro de la Iglesia. Es un repiquete continuo, melodioso y electrizante, que parece repetirse una y otra vez.
Luces de velas iluminan la noche. Primero dos, luego otras dos, luego más hasta que se ven dos filas larguísimas de cofrades, todos con sus vela en la mano.
-¿Cuánta gente sale aquí?,-pregunto en voz baja, ya que al comenzar la procesión y en señal de absoluto respeto, se ha hecho el silencio en todo el lugar.
-Mucha. En realidad, todo el que quiere puede salir.-contesta Iván.-Cada año salen más, creo.
-¿Por qué?
-¿Porqué, qué?,- me dice Iván mirándome.
-¿Por qué salen?
-No se.- Iván se encoge de hombros.-Algunos lo hacen por devoción, otros por tradición. La gran mayoría porque les gusta. Cada uno tiene sus motivos para hacerlo. Créeme, los que lo hacen es porque quieren hacerlo.
En medio de las filas, la religión se abre camino recordándonos porqué estamos aquí. Tallas realmente deslumbrantes de la Verónica, Cristo atado a la columna o una Cruz iluminada en tonos morados, pasan ante los ojos de los viandantes, llevados a hombros por voluntariosas personas que con un vaivén acompasado al ritmo de los tambores, caminan lentamente hacia los diferentes lugares por los que supongo , transcurrirá la procesión. Cada talla, cada paso que observo y que desfila ante mis ojos, deja en el aire un aroma singular. Flores, de todos los colores y de gran belleza, adornan la base de las escenas y ellas propagan con el viento su delicado perfume haciendo que respirar sea una delicia.
Sin embargo hay un paso que por su gran belleza y tamaño llama poderosamente la atención.
-Es el Nazareno,-me explica Belén. Es el paso más valioso y el que da nombre a esta procesión.
-Comprendo, le digo. Es una peana realmente llamativa. Es el Cristo llevando la Cruz y el Cirineo ayudándolo a cargar el peso. El sufrimiento en el rostro de Jesús con una de sus manos levantada hacia el cielo, hace que sea imposible quitar los ojos de su cara.
La banda de tambores no está sola. Delante de ellos, y sin perder el ritmo de los tambores, desfila una banda de trompetas que, a la indicación del primero de ellos, hacen sonar con gran precisión.
Soy un escéptico en todo esto y no me dejo impresionar fácilmente pero reconozco que me ha llamado la atención de una manera que no imaginaba.
Miro los cofrades pasar despacio. Algunas velas se apagan por el viento de la noche, porque aunque arrecia sin demasiada fuerza, es suficiente para hacer desaparecer alguna llama. Hacen descansos cortos, dependiendo de la marcha de la procesión y en una de esas paradas, unos ojos increíbles de un azul intenso, se quedan mirando los míos y me hacen  un guiño.
Sorprendido, alzo las cejas y Belén con media sonrisa en la boca se acerca a mi oído  y me dice:
-Es Lucía.
-¿Cómo lo sabes? Le pregunto girándome hacia ella.
-Por los zapatos, me contesta, señalándome hacia abajo.
¿Los zapatos? Pero, si todos son oscuros, pienso, mirando hacia los pies de algunos cofrades que hay delante y detrás de Lucía.
-¿Es una especie de código secreto, o qué? Todos los zapatos son negros, le comento a Belén en susurros.
Belén se ríe con mi sarcasmo.
-No, hombre. Yo sabía que zapatos iba a llevar Lucía. Además, esos,-me dice señalando de nuevo los pies de Lucía- son míos.
Inclino la cabeza con media sonrisa y fijo la mirada en los azules ojos de Lucía que, aunque no la veo, sé que ha estado atenta a la conversación y que sonríe porque aparecen pequeñas arrugas a los lados de su mirada.
Gente de azul y capa roja camina y camina delante de nosotros. No sé el tiempo que llevamos aquí, pero creo que mucho. Por fin, terminan de pasar y acaba la procesión. De momento.
-¿Qué, la vemos en otro sitio?
Iván y Belén me miran con picardía. Me ha gustado más de lo que esperaba, reconozco para mí mismo, pero que no tienten a la suerte.
-Mejor os invito a un café, les digo.
-Si mejor será. –reafirma Belén.-Pero luego la vemos terminar ¿vale? Así hablamos con Lucía.
-Vale. Como queráis.
En la misma plaza, hay una cafetería donde milagrosamente encontramos una mesa para sentarnos. Hablamos de la procesión y Belén me explica que cada año varía el recorrido. Un año transcurre por la parte alta de la ciudad y otro por la parte baja. Supongo que es una manera de que todas las calles tengan el mismo protagonismo porque no solo hoy, sino que todas las procesiones de Alcañiz, hacen lo mismo.
Es madrugada. Volvemos a estar en el mismo sitio de la salida y ahora vamos a verla terminar.  Los mismos pasos, los mismos cofrades, las velas, el sonido y el aroma. Todo es igual. Excepto una cosa. Los tambores y las trompetas se detienen en la Plaza. Los tambores no han dejado de tocar ni un solo momento. Las trompetas, calladas, esperan la orden del director. Van llegando los pasos. Despacio y como en una especie de coreografía estudiada, cada una de las peanas, pasa delante de tambores y trompetas con el firme paso de los cofrades. Las trompetas suenan mientras las tallas avanzan delante de ellas y dejan de hacerlo cuando enfilan el camino para dirigirse a la iglesia.
 El elegante paso de los portantes, parecido a un desfile militar. El balanceo de la banda de trompetas al ritmo de los sonidos y la emoción de los muchos congregados, enciende mis sentidos. Me alegra estar aquí.
Nos dirigimos a la Iglesia a recoger a Lucía. Muchas de las personas que estaban en la Plaza, se han dirigido hasta ella  y el tumulto es sobrecogedor.
-Ahora sí,- me dice Iván cogiéndome por el hombro.-Vamos a celebrar tu visita.
Lucía llega hasta nosotros. Se ha quitado el capirote y los guantes. La vela está casi gastada y la lleva en su mano de manera despreocupada.
-¿Nos vamos? Nos pregunta. Avanzamos con ella por respuesta.
-¿Qué te ha parecido? Me pregunta Lucía, una vez que salimos por la puerta.
-¿Con sinceridad? Le pregunto mirándola.
-Claro.- Lucía me observa como si fuera obvia la respuesta.
-No ha estado mal.-le afirmo pensativo.-Os lo tomáis en serio ¿eh?
-Todo lo que podemos. Y no me cambies de tema que creo que te has emocionado…un poquito-me dice juntando el pulgar y el índice sin llegar a tocarse los dedos. Es lista esta chica.
-¿Vienes con nosotros? Iván se dirige a su hermana.
-Voy a casa a cambiarme. Mándame un WhatsApp  y me acudo donde estéis.
-Vamos al Roma. No tardes mucho que si hay mucha gente nos iremos a otro lado.
-Vale. Lucía se aleja  sonriente y yo….la miro fijamente viéndola marchar.
-Ejem, ejem … el sonido de un carraspeo, me hace girarme. Iván con  los brazos cruzados delante del pecho, me mira con la boca entreabierta.
-¿Te ha gustado eh?...la Plaza, digo.
Cierro los ojos y sonrío.
-Es preciosa, le digo sin disimulo.
-Ya….- Iván me lanza destellos con los ojos, con claras advertencias, aunque para su desgracia, una sonrisa se le escapa también.
-Necesito una copa.- me dice andando a mi lado.
Efectivamente, tal y como predijo Iván, el famoso Roma, estaba lleno de gente, pero como Lucía no tardó en venir,  decidimos probar suerte en otros garitos de la zona. Yo me dejé llevar y tanto fue así que el alcohol hizo efecto en nuestros cuerpos de una manera desorbitada. Lucía y yo, estuvimos muy juntos todo el tiempo, con la vigilancia exhaustiva de su hermano y creo que llegamos a conectar.
La mañana siguiente fue resacosa y con dolor de  cabeza. Sin embargo, sentado en la cama, recordé detalles de la noche anterior. Saqué mi móvil, y revisé las fotografías que había hecho y el aroma de las flores, el sonido de los tambores y el vaivén de los portadores de los pasos, llegó intacto a mi cerebro. Fue muy especial y sin ninguna duda, no me arrepiento ni por un instante de  haber podido venir.
Lucía. Una imagen suya, aparece delante de mí en la pantalla del móvil. En algún momento de la noche debí hacerla y seguramente lo recordaré más tarde, pero ahora solo la veo a ella. Su sonrisa es cautivadora y sus ojos…. Bueno… sus ojos, me envolvieron  cuando me guiñó uno de ellos. Creo que estoy perdido.
-¿Estás despierto?- Iván llama a mi puerta y la abre despacio.
Yo apago el móvil y le digo que entre.
-Hace rato.- Le digo con voz pastosa.
-Me alegro.-Sonríe y sentándose en mi cama, como cuando estábamos en la Universidad, me pregunta:
-¿Preparado para otra noche de juerga?
-¿Cuándo? Le comento mirándolo.
-Esta noche. Hoy es la procesión del Silencio. Te va a encantar.-Creo que se está riendo de mí. Lo veo en sus ojos.
-¿Otra procesión? ¿Qué quieres? ¿Torturarme? Le pregunto poniendo los brazos a los lados.
Los dos estallamos en carcajadas y sí, fue otra procesión preciosa. Pero eso ya es otra historia.

PILAR MARTÍNEZ VALERO